(Escrito el 15 de mayo de 2014)
Al leer un precepto pitagórico
que dice: “Abandona los grandes caminos, sigue los senderos” me pongo a
pensar si muchas veces, nuestros políticos, que tan distanciados están de la
sociedad, se van por los grandes caminos
cuando deberían seguir los senderos.
A los electores y/o al pueblo
llano, no nos va ni las grandes declaraciones que muchas veces hacen, ni las
grandes promesas que resultan dudosamente creíbles. Deseamos ver otros
comportamientos más próximos y sencillos. Aunque sea reincidente, pues en
algunas semanas anteriores ya habré expuesto algunos de los siguientes puntos,
yo al menos, una de las cosas que más aprecio es la ejemplaridad.
Ejemplar para mí fue a
finales de los años 60 el Obispo de Huesca, que renunció a vivir en el Palacio
Arzobispal. Vivía con su madre en un modesto piso, de una sencilla casa,
conducía su utilitario, lo ví en más de una ocasión en alguna localidad cercana
dónde había ido a decir misa, por estar el sacerdote fuera y en los actos
oficiales, en cuya tribuna consideraba que no debía estar, estaba presente en
la calle como un vecino más. No hablo de su labor pastoral desarrollada.
Ejemplar sería para mí el
político, que no tuviese prejuicios a viajar en clase turista, que no fuese siempre a restaurantes
seleccionados previamente, que renunciase a estar aforado y que fuese juzgado
como un ciudadano más, que si no se siente a gusto con el partido deje su
puesto y no se haga tránsfuga con la impunidad actual y que le quede la jubilación correspondiente al
tiempo que ha estado cotizando y no se
les conceda los privilegios actuales.
Ejemplar sería para mí,
que el político fuese honrado, que es lo mínimo que se le puede exigir y que
desde su puesto, colaborase en el esclarecimiento y la persecución del
corrupto, al mismo tiempo que solicita la anulación de la prescripción de
delitos, ya que un delito mientras no se juzgue y se cumpla la condena, nunca
debe prescribir. Imprescindible que el chorizo devuelva todo lo que se llevó.
Ejemplar sería que hagan
los debates sin hablar mal del otro, sino de los objetivos que su partido
tiene. Que el nombramiento en un cargo esté acorde con su formación. No se
comprende que uno que tiene que relacionarse por el mundo no sepa al menos dos idiomas,
además del suyo. Resulta vergonzoso que para cualquier puesto de trabajo te
exijan una experiencia o formación y para ocupar un alto cargo político nada.
Los cargos no se deben de dar, se tienen que ganar.
Ejemplar sería no
intentar vivir de la política siempre. Que se vaya a su casa o a su puesto de
trabajo anterior al terminar el mandato. Que los sueldos sean múltiplo del
salario mínimo y que se conozca ese coeficiente. Que no coman por 3,50 € en las
Cortes, cuando los alumnos de los Colegios pagan mucho más. Que los que
defienden la enseñanza pública, lleven a ella a sus hijos.
Ejemplar, es fácil de
ser, basta que no pretendas prosperar, enriquecerte y vivir jodiendo a los demás. Por ello, de acuerdo
con el precepto pitagórico del principio:
Si los políticos no saben andar
por los senderos, por dónde la mayoría vamos, y se empeñan en ir por grandes caminos, nunca,
nunca nos encontraremos.
Próximo tema: Cortar
y pegar
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