lunes, 27 de agosto de 2012

Absueltos por la mínima


(Escrito el 25 enero 2012)

Recuerdo que en mi pueblo, cuando era crío o más tarde adolescente, los jóvenes y mayores jugaban a la pelota los días festivos, entre la salida de misa y la hora de comer o bien por la tarde. Se aprovechaba la pared de la iglesia y lo normal era jugar por parejas. Los partidos solían ser a 21 tantos o a 25. Cuando la pareja ganadora lo hacía por muy pocos tantos de diferencia, la perdedora solicitaba la revancha, que se hacía a continuación, sino había otros que querían jugar, o se dejaba para otro día. La vergüenza de los perdedores era cuando se les dejaba “zapateros”, es decir, no habían llegado a 11 tantos, o a 13 que suponía superar el 50% de los tantos.

Este recuerdo me ha venido a la memoria hoy, cuando escucho que en el caso Gurtel, a los Srs. Camps y Costa el jurado los ha declarado inocentes por una votación de 5 a 4. Con ese resultado, en mi pueblo, jugando a la pelota se hubiese pedido la revancha, pues no puede decirse que unos jugaban mejor que otros. Ya sé que muchos dirán que la aritmética es así y que en el fútbol y otros deportes un tanto o una décima de segundo da la victoria a uno sobre el otro. Creo que en este caso la cosa es mucho más seria.

Sin presumir a ser adivino, con esas exigencias al jurado es una cosa que podía pasar. Si el jurado era valenciano y el Srs. Camps ganó por mayoría las elecciones el 22 de mayo, extrapolando esos resultados y sin ser experto en estadística, ni en el cálculo de probabilidades, se corría el riesgo de que esa mayoría saliese también en la composición del jurado y los suyos, todos sabemos que no le iban a condenar, por la misma razón que ya no le condenaron al echar en la urna su papeleta.

Pienso que al jurado se le debía de exigir una victoria en uno u otro sentido, mucho más clarificadora, para que el veredicto fuese mucho más claro, como los que ganaban a la pelota en mi pueblo y dejaban al contrincante “zapatero”.

Hay cosas que no nos explicamos, y ante las propuestas de los expertos legisladores y grandes cerebros, sólo queda resignarnos y decir: ¡pero qué sabremos de estas cosas nosotros !

No sabemos nada de leyes, pero tampoco me creo que en el caso de Marta del Castillo, solamente haya habido un condenado. ¿Cómo es posible que no interviniese y ayudase al acusado ninguno?

Hoy cabrían unas líneas más, ya que la página habitual no la he completado, pero prefiero terminar y quiero hacerlo con un rudimentario verso, que podría ser una falsa cuarteta o letra para una jota que dice así:

Respetable Gallardón / mucho tiene por hacer / si quiere que a la justicia / nos la podamos creer.

Próximo tema: La avaricia rompe el saco

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