(Escrito
el 6 julio 2013)
Erase una vez….. un gato
que vivía en una gran zona residencial. Sus dueños eran una familia muy
acomodada. Al gato no le faltaba de nada. Tenía su buen cobijo, lo bañaban, lo
llevaban a la peluquería y en el aspecto de la comida, no tenía que
preocuparse; era abundante y variada, por lo que eso de tener que “cazar
para vivir”, para él eran cuentos que se habrían inventado sus
antepasados.
Conoció a otros gatos similares
a él de su urbanización y se reunían hablando de temas muy variados y un día
alguien sacó a colación que sus antepasados, vivían de la caza de ratones,
especie muy abundante en otras partes, sobre todo en zonas rurales, barrios de
esa misma ciudad, etc. Movidos por una parte por la curiosidad y otra por el
hastío de vida que llevaban se propusieron hacer una indagación y salieron de
su entorno. Pronto descubrieron en unas edificaciones derruidas, unos
animalillos que salían de unos escondijos, buscaban entre la suciedad los
alimentos y volvían a su guarida.
¿Esos son los ratones?
Los mismos. Los tengo vistos en las revistas que hay por mi casa. Según
nuestros antepasados son buenísimos, expuso otro. Pero yo no estoy preparado
para correr tras ellos, con lo pesado que estoy y recién salido de la
peluquería. No hace falta nada de eso, si
verdaderamente estamos dispuestos a probarlos los tendremos a montones y
muy fácil de coger expuso otro. Explícanos, comentó uno que no había
intervenido.
Por lo que tengo entendido una
de las cosas que más les gusta a los ratones es el queso. Cada uno de nosotros
cogeremos de casa un trozo y todos los días nos vendremos y se lo dejaremos
esparcido. Como no les haremos nada, no tendrán por qué temer, ni desconfiar de
nosotros, engordarán y se multiplicarán. De momento nosotros tampoco los
necesitamos. Con el tiempo pensarán que la vida es así de fácil y no tomarán
precauciones.
Cuando lo creamos conveniente,
iremos cayendo sobre ellos y nos saciaremos de carne de ratón. Después veremos
cómo evoluciona todo. En nuestras manos estará dejar que se sigan
incrementando, que se coman unos a otros si les falta la comida o que se
retiren a sus madrigueras como vivían antes. Podremos llegar a su exterminio
total y dejaremos libre a todo el territorio de estos bichos para mí
repugnantes. Eso, nos servirá de entretenimiento.
Los gatos aplaudieron esta sabia
exposición y comenzaron con los planes que se habían comentado. Al cabo de poco
tiempo su plan estaba en marcha.
¿Acaso no estamos nosotros en una
ratonera cómo esa? Más o menos
vivíamos. Nos prometieron que se acabarían los caciques, que seríamos libres y
todo funcionaría mucho mejor. No digamos si entrásemos en Europa. Nuestra
economía era de las más saneadas que se conocían y si otros países tenían
problemas, a nosotros no nos afectaría. Nos dieron queso como a los ratones y
fuimos por los caminos que a ellos les interesó. Cuando vieron que empezábamos
a estar tranquilos, nos fueron retirando el queso y tuvimos que regresar a
nuestras ratoneras y rebuscar entre las basuras.
Cuatro gatos, que siempre
vivieron bien, planearon nuestro exterminio. Estos cuatro gatos
adiestraron a otros pocos, que también estaban ociosos en sus zonas
residenciales. Cuando salen de su entorno, se descojonan de vernos corretear
buscando alimentos y meternos en la ratonera. ¿Vamos a por ellos, pregunta
alguno? Déjalos que sigan así, yo me lo paso bien observándolos, dice otro. Por
la tarde vuelven a sus casas, los acarician, los bañan y los llevan a la
peluquería. Los demás tienen que salir de noche a rebuscar en los cubos de
basura.
Próximo tema: El
objetivo cumplido
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