Escrito el 18 de julio de 2014)
Como a Celedonio lo que le gusta
es reflexionar, tampoco puede extrañar que lo haga sobre el nuevo Papa, aunque
sea desde su más completa ignorancia en temas religiosos y eclesiásticos.
Ante todo le felicitaría, por su
acceso al trono de San Pedro. No sé si entró desde el principio en la quiniela
o se fue vislumbrando a medida que pasaba el cónclave, pero para mí fue una
alegría sin conocerlo de nada, solamente porque procedía de otras tierras que
para Papa no eran las habituales. Desde hace muchos años pienso que aunque haya
un solo Dios, el de Africa y/o América tiene algo distinto, al de Europa. Como
al de aquí ya se conoce desde tiempo inmemorial, hay que ver cómo piensan los
otros. Por eso me alegré.
Con sus primeras declaraciones,
todos pudimos contemplar que mis sospechas eran ciertas y que traía otros
aires, por lo que solamente me entristeció una cosa: su edad. Es una lástima
que aunque se encuentre bien de salud, la edad no perdona y para cambiar todo
lo que hay que cambiar, no sé si le dará tiempo. Que su salud no se resienta y
que dure lúcido muchos años es lo que desearía.
El cambio vemos que es
necesario, pero la experiencia nos indica que no siempre son las reformas bien
recibidas y el reformista no siempre es apoyado, sino que le buscan la vuelta
para que no prospere y todo siga más o menos igual.
A finales de los años 60 del
pasado siglo tuve ocasión de conocer al Obispo de Huesca, D. Javier Osés, para
entonces un obispo joven. Desde el día de su nombramiento, marcó un cambio. No
quiso ocupar el Palacio Arzobispal. Se instaló con su madre en un sencillo
piso. Conducía su propio utilitario. Iba a celebrar misa a los pueblos próximos
cuando el sacerdote estaba ausente sin más aviso ni protocolo. Algunas Noches
Viejas compartió la comida del Fin de Año con los presos de la cárcel, etc.
Para entonces era un obispo distinto, pero nunca pudo extender su doctrina en
ámbitos más amplios. No tuvo ningún ascenso y llegó el final de su vida sin
salir de Huesca. Pienso que el pueblo estaba con él y admiraba su labor, pero
sus superiores nunca quisieron entenderlo, ya que de hacerlo, se ponían ellos
al descubierto.
Esa experiencia vivida, me hace
temer, que la forma de pensar y actuar del Papa Francisco, aunque sea
comprendida, no sea aceptada por los suyos y los cambios que propone y los
ejemplos que da, tengan mucho menos fruto que los que desearía. Le escuché en
una entrevista en la Televisión Española el 17 de junio de 2014. La forma de
decir las cosas y el sentido que les da, son verdaderamente sorprendentes. El no
querer ir enlatado, es la mayor demostración de sentirse próximo al
pueblo.
Supongo que sabe bien dónde le
gustaría llegar, pero la distancia a recorrer es muy larga. Entre los
sacerdotes de base, tiene algunos de su parte ya, pero hay muchísimos, a pesar
de haber disminuido el número, que no darán nunca su opinión, pues se creen
poseedores de la verdad y nunca cambiarán. ¡Es una pena! Con lo claras que son
las palabras del Evangelio, lo que las han retorcido, para que ni los
entendamos y mucho menos prediquen con el ejemplo.
Siempre he pensado que para
seguir un determinado comportamiento, el
que lo difunde debe ser ejemplar y estar acorde con lo que dice, pero en caso
de la Religión Católica hace días que esa faceta se perdió. No sé cómo lo podrá
llevar a cabo, pero solamente le deseo mucha salud y que la mano no le tiemble
a la hora de tomar decisiones.
Próximo tema: El tema de las tarjetas
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