(Escrito el 5 de octubre 2015)
Cuando era yo un
crío
no nos creaba
problemas
la basura que existía,
no había cubos
por tanto
ni nadie la
recogía.
La suciedad de la
calle
que al barrerla
allí salía,
a la cuadra o al
corral
toda ella
marcharía;
la del patio y
los suelos
al mismo destino
iría,
mezclada con el
pajuzo
estiércol
terminaría,
en esos tiempos
que hablo
el plástico no
existía.
Los papeles que
te daban
en tienda y
carnicería,
para encender el
fuego
a eso
destinarías,
ya que tú al
levantarte,
es lo primero que
hacías.
Los huesos de las
comidas
y si algún resto
sobraba,
los perros que
había en casa
buena cuenta de
ello daban.
Peladuras de
patatas
y las hojas de
ensalada,
desperdicios de
verduras
y otras cosas que
dejabas,
al caldero los
tocinos
allí todo se
arrojaba,
por la noche tras
la cena
a cocer la
calderada.
El vino y las
gaseosas
que en la tienda
tú comprabas,
les devolvías los
cascos
y el precio te
descontaban.
Cuando vemos hoy
en día
lo que se tira y
que sobra,
los basureros tan
llenos
y mucha gente tan
gorda,
pensamos: ¿era
posible lo de antes?
entonces nada
sobraba
pues la misma
sociedad
todo ella
reciclaba.
Y ante esta
abundancia
que parece no se
acaba,
me entristezco
enormemente
cuando veo gente
andando,
con una bolsa y
un palo
que abren
contenedores
y los ves, van
rebuscando.
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