domingo, 24 de mayo de 2009

Los billetes de 500 euros

Hemos oído decir, hemos leído y si hemos sido observadores lo hemos podido comprobar, que la ignorancia es de lo más atrevido que hay, y yo en estos momentos, me considero en el tema, ignorante total.

Pero siendo ignorante, tengo copiado un “precepto pitagórico” que dice: “Abandona los grandes caminos, sigue los senderos”. Reflexionando sobre esto, pienso si para recorrer la distancia entre dos puntos, esperamos que nos hagan una autopista, cuando desde siempre esos dos puntos estuvieron comunicados por un camino aunque sea de los llamados de herradura.

Todos los medios de comunicación nos han hablado en multitud de ocasiones de la desaparición de la circulación de los billetes de 500 euros. Las expresiones normales son: alguien los debe de tener, eso forma el llamado dinero negro, los paraísos fiscales viven de ello, nadie sabe dónde están esos paraísos fiscales, etc. y como están escondidos nadie sabe dónde están los billetes de 500, aunque de vez en cuando encuentren algún que otro paquetito de los mismos.

Sin que haya sido una obsesión mía el querer encontrarlos, desde mi más corta edad y porque quizá también se lo oí a otro ignorante como yo, en ocasiones he comentado ¿qué me dan a mí si se los encuentro? Tontadas de ignorante pensará alguno, si es que sólo está pensando en ir por autopista, facilísimo para mí que prefiero el sendero.

Lo primero que hay que tener presente, es saber si a los responsables monetarios les interesa o no que ese dinero salga de los “cados” donde está. Si no les interesa, “apaga y vámonos” sería una expresión muy comprensible, pero en ese caso también deberían explicarnos las ventajas de que no salgan a la luz.

Si les gusta que afloren y no saben cómo hacerlo, permítanme que les diga: no me lo puedo creer. De ser así, resultaría que son tan ignorantes por lo menos como yo y eso no puede consentirse en personas que ocupan semejantes cargos.

Porque nunca he tenido ninguno de 500 en mis manos y si alguna vez lo vi pasar sobre mi vista, fue tan rápido que no puedo decir ni de qué color son. El que los tiene sí que conoce su color y no se le olvidará, pues sonreirá ante ellos muchas veces, pero los que verdaderamente lo saben bien, son los que los mandaron imprimir en su día o los que los siguen imprimiendo en la actualidad.

Imaginemos que un buen día, los responsables monetarios deciden simplemente cambiarle de color y con el mismo sigilo que la justicia, en colaboración con las fuerzas de seguridad, detienen a la misma hora a 20 personas en 4 poblaciones distintas, el nuevo formato del billete se distribuye entre las distintas dependencias del Banco de España u otras Entidades seleccionadas previamente.

A través de los medios de comunicación, tan sólo hay que dar a conocer que hay 30, 60 ó 90 días para el canje. A partir de esa fecha carecen de todo valor los actuales. Todo el que tenga uno, tendrá que ir como un corderico a cambiarlo, pero ¡ojo!, no hagamos cómo cuando se pasó de pesetas a euros, que en una mañana te podías visitar a un montón de Entidades de Cambio, sin preguntarte ni quién eres. En este caso, se tendrá que registrar el DNI del que lo cambia, aunque sea un solo billete, o hacerlo a través de una cuenta, como se hace cuando uno cobra un talón bancario.

Todos esos DNIs, désele en un listado a esos jóvenes informáticos superdotados que a veces hacen cosas no permitidas y juntamente con los datos del censo, con una buena gratificación, ya verás como te los agrupan por familias, sociedades, etc.

Más de uno, al llegar leyendo hasta aquí, quizá esté pensando cómo se podría camuflar el verdadero dueño para no encontrarlo.

Posiblemente sea fácil, pero quizá aplicando algún otro sencillo “precepto”, de Pitágoras o de algún otro, hay ignorantes como yo, que sin ir por carretera, sino por un atajo, podrían prepararles una emboscada.

Muchas veces hemos oído lo de “querer es poder”, así que señorías, ya lo saben......... y si no lo quieren hacer, al menos nos den una explicación.

24 de mayo de 2009

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