domingo, 27 de septiembre de 2009

A Mario Conde y amigos

(Escrito el 26 de abril de 2000)


Cuando hace unos años,
usted saltó a la palestra,
destacaba por su porte
el peinado y vestimenta;
era el hombre elegante
y una persona muy fina
y hasta se puso de moda
en el pelo la gomina.

El joven que se iniciaba
en el mundo laboral
le tenía por modelo
y buscaba abrirse paso
como usted, era normal;
tenía la juventud
dominaba un gran Banco
incluso ya le guardaban
en el Congreso otro banco;
se decía y se pensaba
pues no era un tabú,
muy pronto se sentaría
como Jefe de Gobierno
en el Banco que es azul.

Aunque el terreno es abrupto,
todo lo vuelve muy llano,
y los poderes se acercan
a querer darle la mano;
le nombran “Honoris Causa”
le recibe hasta el Rey
y todo aquello que toca
se vuelve oro de ley.

Compra fincas, que no vea,
pisos, casas y mansiones
y el que quiere a Vd. frenarle
lo esquiva, o simplemente:
¡la patada en los cojones!

Pero mira tú por donde,
un día, el de Inocentes,
el partido en el Gobierno
le dice todo muy serio,
señor Conde: usted, miente;
no es correcto lo que dice,
y usted es, un embustero
pues el Banco que preside
tiene un grandioso agujero.

¿Será posible el bombazo?,
¿será verdad todo esto?
¡si es el principal Banco!
¿se irá a pique el Banesto?
Los papeles van saliendo,
como la hierba en los trigos
y juntamente con Conde
aparecen sus amigos.

Como es cosa natural
usted al principio lo niega
pero pronto se investiga
y los balances ya llegan.

No pretendo recordar,
los chanchullos que ha hecho
pues son tantos y tan grandes
que conocer y narrarlos
nos llevaría un gran trecho;
yo, sólo quiero enjuiciar
su tremenda cobardía,
y si fuese yo el juez
el castigo que impondría.

Le digo que es un cobarde
por todo lo que usted hacía,
se roba al descubierto
y a la plena luz del día,
y no como lo hizo usted
con plena alevosía.

Usted estafó a empresas
y resultó un impostor,
y se rió del humilde
y pobre trabajador,
que confiando en su Banco
el dinero allí ingresó
y que usted con sus argucias
se lo pulió y se gastó.

Le condenaron a cárcel,
y muy pronto usted salió,
y aunque tiene que ir de nuevo
tampoco usted se asustó.

Si hubiese sido yo el juez
aunque lo vea anormal,
no lo hubiese encarcelado,
pues sólo hace aumentar
nuestro gasto nacional;
yo le hubiese expropiado
todos los bienes que tiene
y serviría de ejemplo
para otros que tras vienen.

Tras esta expropiación
esta pena he elegido,
lo pondría a trabajar
en el pueblo de El Ejido.

Trabajo, el de emigrante,
el jornal, igual que el moro,
la gomina, la que quiera,
y si desea, un buen gorro;
a vivir, en la chabola,
de vacaciones, ni una,
y en la espalda una cartel
que dijese : este hombre
robó una gran fortuna,
y las perras que estafó
las pagará, una a una.

Próximo tema: Al pastor de las Alpujarras

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