lunes, 5 de julio de 2010

¡ El viejo besa a su Santo !

(Escrito el 29 abril 1988)


Unas manos temblorosas
con las venas bien marcadas,
y los huesos deformados
se apoyan en la cayada;
tras ellas, los brazos finos
bajo chaqueta de pana,
cepillada, bien planchada,
pues el día que se vive
es el fin de la semana.

¿A quién pertenece esto?
¿es un ser? ¿acaso un alma?
quizá sea o pueda ser
tu padre, a quien tú amas.

Su rostro se ve curtido
su vieja piel arrugada,
su boina parece grande
y hasta un poco ladeada;
su mirada penetrante
parece como si hablara
pues al verlo los que gritan
enmudecen y se callan.

Su frágil cuerpo encorvado
su columna desviada
del esfuerzo, del trabajo,
de soportar una vida
por entero a sus espaldas.
Su caminar es ya lento
y su voz entrecortada,
de agilidad y de voz
ya no queda casi nada.

Al verlo, tú ni te fijas
ni preguntas dónde irá,
tú sigues por tu camino
que él, el suyo seguirá ;
los caminos son distintos
nunca os vais a encontrar
él se encaminará a la iglesia
y tú sigues hacia el bar.

Sentándose en un banco
en voz baja rezará,
mientras piensa que algún día
a otro mundo marchará;
si pudieras ver su rostro
muy pronto observarás
que el pañuelo presto saca
y al rostro lo acercará,
se lo llevará a los ojos
y seguro, llorará.

Después de incorporarse
parece entonar un canto,
se aproxima a su patrón
y con labios temblorosos
el viejo besa su Santo

Próximo tema: “La cuota del 40%.”

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