(Escrito el 24 de enero 2020)
Desde siempre, Celedonio, le tuvo un gran respeto y
admiración al “hombre de la boina” por lo que la reflexión de hoy se la
deja para él.
Al menos en Aragón, podríamos
decir que en la mayor parte de los pueblos, el juego de la pelota o del
frontón, ha sido general. Unas veces, el frontón se había hecho ex profeso para
ese juego y otras se jugaba en la parte trasera de la iglesia, en la plaza o
cualquier otro lugar que fuese apropiado para ello. Tan sólo hacía falta que la
pared fuese lisa y que el suelo permitiese botar bien la pelota. No era
necesario que estuviese de cemento o asfaltado.
Una cosa que quedaba clara antes
de empezar a jugar, era por dónde iba la falta, es decir la línea por debajo de
la cual, era mala y el tanto era para el otro. A veces esta línea de falta
estaba marcada con una banda de chapa, de tal forma que al dar la pelota allí,
se oía claramente que había sido falta.
Los domingos después de salir de
misa y antes de comer era habitual practicar este juego y por las tardes
también. Se jugaba dos a dos y los que perdían salían y entraban otros. En
todas las localidades había pareja de capeones o que jugaban muy bien.
Los chicos tenían también sus
sitios para jugar y si no estaba ocupado por los mayores, el frontón de estos
lo aprovechaban.
Durante años y años, el juego de
la pelota, se mantuvo y se mantiene invariable. La línea de falta es siempre la
misma, así como la distancia a la que hay que sacar para que sea bueno el
saque.
El “de la boina”, nos dice
que con este ejemplo, quiere dar a entender, que para ir por la vida hay una
serie de normas que hay que respetar y cumplir. El ser el hombre libre no
quiere decir que puede hacer lo que le dé la gana, sin respetar el derecho de
los demás, o las normas establecidas.
Desde que se nace se está
sometido a unas reglas. Te dan de mamar cada cierto tiempo y al que te
acostumbras. Te acuestas y levantas a unas horas determinadas que llegan a ser
casi fijas. Vas a un horario al colegio y tienes tus horas de clase y horas de
recreo, etc. Es decir la vida es una sucesión de actividades, todas ellas
sometidas a unas normas.
Como quiera que somos muchos y
cada uno piensa que lo suyo es lo mejor, también hay unos reglamentos que nos
obligan a cumplir y es lo que nos hace poder circular por la vida, sin
encontronazos, ni tropezarte por los caminos con otros por donde no puedes
pasar.
Hay normas que regulan como
tienen que ser las votaciones, como se castiga al que las infringe y así todas
las actividades que hacemos. Al que las incumple se le castiga, con una pena
que también está contemplada, por lo que antes de cometer la falta ya sabes lo
que te puede caer si la infringes.
Pero ¿a qué viene todo
esto? le pregunta Celedonio al “de la boina”. Joder, pues que se ha
llegado a un extremo en que cualquier día viene uno al pueblo, ve dónde jugamos
a la pelota, y nos dice que la línea de
falta hay que ponerla más abajo. Hasta ahí podíamos llegar. Si quiere jugar que
juegue, pero mientras yo viva aquí, la raya de la falta no se tocará. Hasta los
críos cuando juegan en el frontón de los mayores, la consideran válida. ¡Vamos…hombre!
Próximo tema: Desde mi encierro (02)
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