(Escrito el 15 diciembre 2019)
Ahora te llaman botijo,
antes tú, eras el rallo,
así eras conocido
hace ya un montón de años.
Unos teníais dos asas
otros teníais sólo una,
el color era variable
pues unos erais rojizos
y otros color de aceituna.
Una vez que eráis usados
se oía comentar
que al rallo que era bueno
se le veía sudar,
al hacer eso decían
que el agua que contenías
la sabíais refrescar.
Eras útil en las casas
en las eras aun más,
y no digamos los días
que se iba a segar.
Apaciguabas la sed
de aquellos trabajadores
y todos te conocían
en aquellos alrededores.
Las mozas iban contigo
muy contentas a la fuente,
quizá viesen a su mozo
y hablarían con la gente,
aunque a veces el sudor
se le subiese a la frente.
Por las noches en las casas
te dejaban al sereno,
pues así por la mañana
estabas mucho más bueno.
De eso yo fui testigo
pues mi madre Emiliana,
siempre, siempre al levantarse
se echaba un trago del rallo
que estaba en la ventana.
Eso era saludable
oí decírselo a alguno
a mi madre le fue bien
murió con noventa y uno.
En las ventanas te hacían
un sitio dónde tú estar,
para estar allí seguro
y no poder resbalar.
Ahora ya no te veo
ni en ventanas, ni escaleras,
el agua que bebes fresca
te la dan de la nevera.
Los que hace muchos años
contigo los convivimos,
nos acordamos de ti
del agua fresca que hacías
y de lo amigos que fuimos.
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