domingo, 16 de septiembre de 2012

Los animales domésticos (1)



(Escrito el 3 de febrero 2012)

De siempre recuerdo ver en la casa de mis padres, gatos y perros. Los primeros gatos que recuerdo eran 3. Todavía me viene a la mente el color de su piel. Eran fuertes y hermosos aunque no se les daba excesivos cuidados. El principal alimento con el que contaban era lo que cazaban. Tenían acceso a todos los sitios, pues en los pueblos, las puertas de los graneros, escaleras, cuadras, pajares, corrales, etc todas ellas tenían “gatera”. Por la cocina que es dónde se hacía la vida estaban poco.

También recuerdo, que mi abuelo muy anciano ya, tenía un palo delgado de unos 60 cm de largo y en uno de los extremos llevaba un cascabel, junto a una cuerda trenzada que colgaba. Cuando el gato pretendía acercarse a algún plato con comida o quería subirse a la mesa, al mover el palo sonaba el cascabel y el gato se escapaba rápido, ya que sabía que detrás del sonido si persistía en su acción iba el golpe con la cuerda trenzada.

Los perros siempre había como mínimo dos grandes y algún otro pequeño (cachorro). Su misión era cuidar el ganado. Como se solía decir, a la mayor parte de ellos sólo les faltaba saber hablar. Al pastor le entendían a la perfección. No hacía falta ni hablarles. Con un gesto le comprendían. Como es natural durante el día estaban en el campo y su comida habitual era el pan. Por la tarde cuando regresaban se tumbaban en la cocina normalmente debajo de la cadiera.

Cuando se cenaba, salían de debajo del banco o cadiera y se sentaban con la cabeza levantada esperando a ver si les dabas algo. Los huesos, el trozo de pan, etc que se lo echabas al alto, jamás llegaba al suelo. Tenían una habilidad espantosa. Por la noche, el patio, la escalera o la cuadra era su lugar para dormir.

Había otros perros de caza, que iban al campo con su dueño. Esos estaban más por el pueblo, pues cuando no iban al campo se quedaban.

Finalmente había otros de los que se decía que “ni eran galgos, ni conejeros”, es decir que sólo servían de compañía.

Las perras del ganado y las de caza se procuraban cruzar con otros perros que se sabía que eran buenos y por lo tanto auguraban que la descendencia tendría buenas aptitudes. Como siempre parían más de uno era habitual escuchar entre los vecinos : cuando para la perra ya me guardarás un cachorro. A veces estos cachorros procedían de pueblos vecinos, cuando el pastor o cazador conocía a la perra y le gustaba como trabajaba.

Los que hemos llamado “ni galgos, ni conejeros” y por ello eran los que más callejeaban, se apareaban entre sí y era en los que los chicos no fijábamos o encorríamos.

Si bien todos los perros tenían dueño y por tanto se les cuidaba, cuando uno iba muy apurado en el trabajo y descansaba muy poco, se decía que “llevaba una vida de perros” por lo que en general, salvo los que cuidaban el ganado o los de caza en la época que se podía cazar, a los restantes no se les prestaba mucha atención.

Esta era la vida de los animales domésticos al menos en los años 40 y 50 por los pueblos. En la capital, a la mayoría de ellos no creo que se les prestase muchos cuidados.

Aun sin ser mimados, creo que el cariño y la fidelidad de los perros hacia su amo era total. Recuerdo que cuando la muerte de una persona se acercaba, se decía que los perros la detectaban y la manifestaban en lugar de ladrar, aullando, que más bien se parecía a un llanto. Puedo asegurar que a veces acertaron.

Como al comentar todo este pasado, casi he llenado la página, espero en la próxima semana, comentar la otra cara de la moneda, es decir: los animales domésticos ahora.

Próximo tema: Animales domésticos (2)


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