sábado, 20 de mayo de 2023

Lenguaje fino


(Escrito el 10 mayo 2021) 

Un compañero de trabajo me contaba hace muchos años, que en su pueblo al igual que en otros muchos  de  España, las chicas y jóvenes se iban a la capital, principalmente a servir. Cuando pasado un tiempo volvían al pueblo a las fiestas, a ver  a la familia, etc. muchas de ellas las encontraban muy cambiadas. El corte de pelo y el peinado, los vestidos que llevaban, etc. las hacía ya diferentes a cuando marcharon. En general estaban de mejor ver e iban perdiendo la rusticidad original.

Algunas de ellas intentaban exteriorizar ese cambio sobre todo hablando. Ya traían otras palabras poco escuchadas habitualmente en el pueblo. Una de ellas me decía que al saludarla quería ser tan fina en la contestación que al preguntarle ¿qué tal? Te contestaba ¡bien y ti!

En otra ocasión el que se fue era un mozalbete y tardó varios años en volver. Cuando lo hizo era en verano en la época de la trilla. Extrañaba todo lo que veía por el pueblo como si no se acordase de nada de lo que había visto y aprendido mientras estuvo en él. Tal es así que a su padre le tenía muy preocupado, pues pensaba que habría podido tener una pérdida de memoria o alguna enfermedad que no llegaba a comprender.

En la era le preguntaba: ¿y esos animales que dan vueltas y vueltas? Hijo mío son las caballerías que están trillando. ¿Y ese palo largo que llevas en la mano con esos pinchos? Eso es la horca le contestaba su padre. Pero ¿no te acuerdas? Y así sucesivamente. Al pasar por la orilla del pajar estaba el rastrillo derecho y recostado contra la pared. Quiso preguntarle a su padre que era eso y al pisarle las púas, el mango se le volvió hacia él y le pegó un golpe en la cabeza. Entonces exclamó: me cago en el rastrillo del …… Al oírlo, su padre se tranquilizó.

Próximo tema: Cuando se acerca el final

 

 

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