(Escrito
el 7 septiembre 2022)
Desde crío escuché que existía un “undécimo mandamiento” que decía: “no molestar”. Para los creyentes y que practican los diez mandamientos se lo recuerdo. Para los no creyentes, les diré que es el primero que tienen que observar, respetar y cumplir.
En el siglo XXI, con toda la tecnificación, adelantos, etc mucha gente ni lo conoce y si lo conoce se lo salta a la torera. En los momentos más inoportunos y con los temas más diversos lo único que hacen es molestar.
Cuando
después de comer estás acomodado en el sofá, viendo tranquilamente la TV, o
estás en los inicios de una ligera cabezada, el teléfono fijo o móvil te sonará
y como es natural, tendrás que atender la llamada. Muchas veces es la máquina
la que te habla y otras es persona natural. Te preguntarán por el titular de la
línea y si no le cuelgas tendrás que tragarte el rollo de la oferta que te
hacen y de las ventajas que te reportaría el nuevo contrato.
La invitación a reuniones de presentación de un acto inaugural de una empresa no deja de ser frecuente, así como que te ofrezcan el envío de unas botellas de vino a un precio que desconoces su relación con el mercado.
Todas estas
llamadas que incluyo en el concepto de “no molestar”. ¿no podría ponerles freno
alguien? Con todos los Ministerios que hay ¿no hay alguno que le correspondería
que esta forma de contactar con la gente se tendría que acabar?
No se si la reflexión de hoy ha estado acertada, pero hay días que estas llamaditas te tienen hasta el gorro. ¡Alguien tendría que ponerles freno!
Próximo tema: Despistando el pensar
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